No es extraño que converse con Víctor Manuel Pinto, director de la histórica revista POESÍA, con la que eventualmente colaboramos. A veces hablamos sobre temas muy específicos, claro está, dándonos siempre un momento para comentar sobre otros temas, más del oficio —y con ello no me estoy refiriendo a lo del «ser poetas». Ambos coincidimos varios años dirigiendo. Él, «Poesía», y quien suscribe «Transtierros». Pero había algo que me rondaba. Si bien, días antes le había pedido una nota sobre el poeta César Panza (Valencia, Venezuela, 1987 — 2022). Mi «memoria efeméride», que es malísima, no había registrado del todo que, por estas fechas, más precisamente hoy, se cumplía un año de la partida de Panza. Aunque con César conversamos mucho —incluso una entrevista lo confirma— no nos conocimos personalmente. Aprendí a quererle, no sólo por su escritura, sino también por el testimonio de amistades que nos unían como las del propio Víctor, Regina Riveros o Diana Moncada. Dada esta circunstancia creo que, en lugar de «llorar a César» la ética de la querencia nos convida más bien a leerlo y así mantenerlo vivo, cada quien a su propio César. Para cumplir con ello les compartimos estos textos inéditos como si el propio César nos los hubiera enviado.
MM

César panza, foto de víctor manuel pinto
- Maquiavélicas
I
Solo el silencio solo la noche
Solo la voz de un Gardel lejano y tremulante
Solo la historia de los hombres y sus guerras
Solo su cuenta cierta y pícara
Solo su angustia y un poco de infancia
Han hecho que mi padre me hable de poesía
Las palabras se hicieron para ocultar las intenciones
IIDónde están escritos los episodios de asedio y caza
Qué alegoría esconde el trabajo de la ambición de auxiliares
y conspiradores que urden las más severas trampas.
En la noche el miedo empuja lo mismo a la traición
que a la más desprendida y consciente lealtad
de quienes entregan su fuerza al más puro valor.
Acorrala lo oscuro al buen entendimiento, al sentido de comunes
mientras se espera lo peor en forma de prejuicios romanos.
Quién contará sobre el paso lento o la inmovilidad
de algunos cónsules y gobernadores,
del trote y sigilo de los homicidas hacia el separatismo y el chantaje,
esos obstáculos que interponen entre los amorosos y la batalla.
En algunas noches el fuego ilumina el rostro de los bufones
y mayordomos que reparten ebriedad, confusión y noticias falsas
para descuidar al músculo del arma, mientras la división plaga las carpas,
alentada por recompensas locales, prebendas o la proximidad al tráfico de los canales,
la promesa de un pequeño y lucrativo reino tan rico como despreciable.
Cómo sabrán los del frente que a veces recibirán golpes
por ambos costados, provisiones retardadas o instrucciones adulteradas.
Quién los alertará de la avaricia que juega con ellos como si fuesen una baraja
Hay noches en donde lo único que resuena es el viento silbando
en los cañones de los tribunales que sostienen esbirros sedientos
mientras respiran lento y piensan sobre esa guerra a la que no están dispuestos,
mucho más amantes de la moneda que de la tierra o al heredero del líder.
Cuál es ese canto épico que aconseja, sin la muerte de las elegías,
contra la esclavitud y el envilecimiento que significan las facturas
de esos elegantes mercenarios que mañana no se sabe así hoy protejan
la tienda donde un hombre aturdido elabora la victoria.III
puede que no haya
puede que todas sean triunfales
heroicas y llenas de astucia
coraje
porque todos han sido
compuestos luego que el pulso y la sangre
decidan sobre los combates
la historia siempre es buena lectora
aunque a veces llegue tardenunca se cuenta completa
siempre le alteran finalessi se teme que no hay
vigía, ministro o consejo
que avise cuándo sobreviene la muerte
ha de ser porque no se ha conversado
sobre ella lo suficiente
o quizá porque no reparan
en la sabiduría de los bares y burdeles
como lo hizo Nicolás al anotar El Príncipe