Yo nunca comprendí por qué el ingeniero electrónico Lito Pessolani (Asunción, 1955) se decidió por utilizar el heterónimo de Joaquín Morales. Aunque el mote pueda resultar más común en Asunción, su escritura será igual de inconfundible. A la fecha Virgilio Lito Pessolani ha publicado los libros Postales en Bizancio (1984), Poliedro (1985) y una novela, que no conozco, titulada Historias de Babel (1992).

 Llámese como se llame Pessolani o Morales, es un autor de aquellos predestinados a convencernos que la escritura será siempre (im)posible, y por ello su obra, y más aun hoy, es tan necesaria.
MM

HURRAS A BIZANCIO


Fe de erratas (mi semejante, mi hermano, y otras invocaciones)

Tú pálido lector de larga oreja si no ojera profesional,

príncipe en su tarde libre,

o esclavo de promedio masivo y típica desviación estándar,

aquí se encarna, frente a su chimenea mental,

complacido en que reconocerá públicamente

–círculo de elegidos o amigos de su barrio–

que te lee, que confía en tus intentos de mago sin conejos aptos,

o imprudente magia excesiva para auditorio sin sombreros,

consuelo de media suela,

y te perdona tus deslices, desbarrancos,

obvia con delicadeza tus limitaciones, el precio de la época,

la próxima vez ha de votar por otros

que incluyan en su discurso

bellas palabras tontas que favorezcan

tu oficio y tus ideas,

pobres ingenuos

los dos


rondó del punto de vista

Wer sein Wo nicht verliert, dauert.

Tao Te King, 33 / Fiedler

piedad para aquello que el ojo

no puede no debe

dejar ver

piedad para aquél que en mal momento parpadee,

ceje en su intento de mirar

y en breve oscuridad profunda

confunda su mundo con lo real

piedad para el ojo

que mira al revés,

o sólo a través de reojo

quien ve con error lo que debe ser visto

fundamenta el horror y en él permanece:

lo cual es perderse en un mundo distinto

contento de no ser

el otro

piedad para aquello no visto:

para el ojo mismo,

que no se ve


pavana y gallarda del punto de vista


Quien más ve, quien más oye, menos dura.
Góngora


(pavana)

no me pidas que atienda a los detalles

si es música marfil de flauta blanca:

disolviendo concento en materiales

durar no puede en mí su resonancia


o digo mal: si más el lienzo dura

descrito en el poema, la sustancia

del pincel fundamenta la figura:

y ésta es toda posible semejanza

soneto no, apenas referencia

como una reverencia en la pavana

concedo yo que pidas a mi ciencia


como marfil no ve pincel ni danza

es que no ver, no oír es su inocencia:

y esto hace posible su venganza


(gallarda)

se intuye el gusto de la berenjena

por el color violeta de su cáscara

así como danzar tras una máscara

razón de perspectivas enajena

contraejemplo aparente es clavecín

de sonido indistinto si violeta,

Scarlatti o abedul o barzeletta:

porque violeta viene del latín

quien danza por danzar en beneficio

del Arte de la Danza y la Kultura

en un berenjenal pierde su oficio

así la danza en contradanza muda,

y en mudo clavecín el buen juicio

de quien más ve y más oye y menos dura


plazas, parques, jardines y museos


Te cambio una cerveza, un whisky,

por ciertas palabras en tu oído.

Te cambio una rápida cena

por mis jadeos y los tuyos.

Te cambio lo que quieras

por unos cuantos billetes

y el gusto de sentirme importante

y el gusto de sentirte deseado.

Te cambio lo que quieras

con tal de que, digamos, te encariñes,

y, por así decir, conmigo.

Las sábanas se han de entibiar por costumbre,

y yo no soy yo,

así es que no hay peligro.


Prestame tu cuerpo,

dejame que lo adore,

puedo contarte en la sombra, ocultos,

cuál es tu verdadero nombre,

puedo enseñarte los secretos

y mostrarte tu divinidad:

pasajera, sí, pero absoluta.

Prestame tu sexo mientras te encomiendo mi alma,

fina piel temblorosa,

perfumada, contráctil.

Dejame que me transforme en tu dorada presencia

–aunque tengas piel oscura y uñas rotas–

que rápidas caricias

engañen esta endurecida soledad,

y mi poca nada acechante entre las estatuas

florezca enraizada en la complicada vergüenza

de sostener esta carne

quemante

(…)


una ruta más, no buscada, no elegida,

larga culebra de tráfico pesado

si no calma completa y pura velocidad

sólo el viento te advierte que estás vivo

adherido a pegajosa lengua de asfalto caliente

que se alarga por lamer un sol rojizo y polvoriento

moscas mecánicas arrastrándose atrapadas

por celosía de nubes en el horizonte:

visión distorsionada por ondas de calor,

grotesca aparición, deslumbramiento

porque curvas desembocan más atrás, en sí mismas, nada


escaleras de Escher

cinta de Möbius

todo lo que es tiene un solo lado, te muestra

superficie y posible dirección

y el combustible se acaba en el último tramo

justo antes del gran cartel

suprema instrucción para los viajantes hacia el fondo:

retórica paraliteraria